Con frecuencia trato de exponer en mis clases en la Facultad de Historia de la USAL, que los actores políticos se mueven por un interés. La palabra interes es rica en significado: es aquello que hace que un sujeto quiera ser parte de algo. Aplicado a los tiempos que vivimos, es interesante para los que observamos la realidad política argentina, traducir algunas situaciones quizás para verlas en su verdadera dimensión.
¿Para qué es neesario un acto en Plaza de Mayo cuya unica oradora es nuestra presidente? ¿Acaso no fueron suficientes las palabras del día anterior donde puso en jaque un importante argumento de la protesta, al dar lugar al debate en el Congreso Nacional?
La primera respuesta podría ser que no era necesario. Pero sin embargo para la lógica del partido dominante, es más que necesario. Es un imperativo. Forma parte de la liturgia territorialista justicialista, cuyo destinatario es el propio seno del partido. Es un claro mensaje para que los que intentaron romper filas decodifiquen el costo que esto podría tener en el contexto del post-lock out. Prueba de fuerza, es probable. No es menos probable que también implicó un mensaje claro frente a la opinión pública en general: la ultima imagen meditizada fue la de los cacerolazos. Era necesario sobreponer otra imagen que fuera totalizadora y demostrara la fuerza y vigencia de un movimiento sexagenario. Entrado en años, es verdad, pero con la capacidad de comprender que lo que encolumna a los seguidores (o mejor dicho a propios y extraños), son - ni mas ni menos - los intereses.
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