lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Podemos hablar de una ética del capitalismo?



Capitalismo y ética no son términos opuestos, ya que el primero persigue la prosecución de riqueza y bienestar pero no a cualquier costo, vale decir debe anclarse en un concepción moral para poder cumplir cabalmente con su finalidad. Sin embargo dado que el capitalismo se ha visto sometido a fuertes críticas por no poner la economía al servicio sino lo contrario, es el hombre una pieza más del engranaje productivo que parecería sustentarse en el mero lucro. De lo que sí podemos hablar es de éticas transformadoras del capitalismo. Estas reflexiones parten de la lectura la Ética de la empresa de Adela Cortina, filósofa contemporanea que explora el campo de la ética discursiva.




El capitalismo, en sus orígenes se apoyó tanto en el espíritu de empresa como en el del burgués. Con estos dos pilares se sostenía la noción ética del capitalismo. Valores como el afán de lucro, la prudencia, la ponderación racional, el orden, el ahorro, la austeridad, la eutrapelia, junto con una moral de los negocios, constituían el sustento funcional.

Se crea –entonces- un estilo de vida y un nuevo sujeto económico: el empresario burgués. Empresario que debe realizar su tarea ajustado a ciertos valores y límites cívicos y religiosos. Es decir el individuo tenía que preocuparse por la conducta de la comunidad. De esta manera el sistema valorativo funcionaba como base del orden social y servía para movilizar a la comunidad y reforzar la disciplina. El trabajo se transformaba, así, en un cimiento moral de la sociedad.

Adam Smith añadiría el concepto del interés individual como motor del progreso. La llamada mano invisible, según la cual cada uno - buscando su propio bienestar – genera el beneficio del conjunto. Sin embargo, como pensador formado en la filosofía moral sabía que debía completar esta idea con la necesidad de contar con controles para así evitar los desajustes del sistema: esta mano invisible, si bien propugna una autorregulación del mercado no excluye la función estatal, sino que por el contrario éste deberá concentrarse en proteger a cada miembro de la injusticia y la opresión por medido de una adecuada legislación y una fiable e imparcial administración de justicia. Tal y como vemos no hay colisión con la ética ya que se reconocen limites al interés individual, ya que sin estos limites – que para Smith se apoyan en los sentimientos naturales – se perturban las relaciones sociales.

Jeremías Bentham y John Stuart Mill aportan una nueva mirada al capitalismo conocida como utilitarismo. Su noción fundamenta racionalmente normas desde un principio ético universal y pragmático de la acción.

Este principio utilitarista busca lograr una conexión entre racionalidad, hedonismo y universalidad. Sin embargo, se apoya en la defensa de los intereses de la mayoría como criterio moral, lo cual puede resultar desigual e injusto para las minorías.

Me detengo en la postura del John Rawls ya que aporta la noción de la ética de la justica económica. La preocupación intelectual del autor es responder cómo se distribuyen los derechos y deberes en las instituciones sociales y de qué manera pueden conseguirse el máximo de ventajas para la cooperación social. Ya no se trata de combinar racionalidad con utilidad sino que la maximización debe incluir al todo social, ya que allí donde no se den las condiciones de equidad, no habrá justicia. De allí que la justicia sea enunciada de esta manera: “Todos los valores sociales deben distribuirse igualitariamente a menos que una distribución desigual de alguno o de todos de estos valores sea ventajosa para todos”. De tal manera que se permite comprender las desigualdades del sistema en función de que estas beneficien a los menos aventajados, respetando las libertades básicas y la igualdad de oportunidades.

Peter Koslowski plantea la idea de la coordinación del mercado, es decir el capitalismo posee una ética que se justifica en la verdadera naturaleza de las cosas, es decir la economía debe servir a la autorrealización del hombre. Por lo tanto el capitalismo necesita de una ética, entre otras cosas, para regular el gran espacio de libertad que existe en el mercado. Ante esta libertad, los valores morales cumplen una función centralmente instrumental: reducen los costos de transacción, compensan los fallos de mercado, favorecen la integración social y contribuyen a hacer a la economía más eficiente.

Téngase por caso que si debemos certificar un contrato con un proveedor ante escribano, cada vez que se fije una modificación en las tarifas o tasa de interés ante el temor de que -al no hacerlo así - nos veremos afectados en nuestra empresa, esto generará una enorme ineficiencia en la economía a nivel general, transformándola en poco competitiva. Por lo tanto la ética capitalista, para esta postura, es una conjunción entre eficiencia en la coordinación, libertad y justicia distributiva.

En resumen, es posible, considero y además necesario hablar de una ética del capitalismo, si lo que pretendemos es la perfección del hombre. No podemos olvidar que el espíritu de progreso y empresa nacen de esta lógica, según la cual las empresas asignan los recursos útiles y escasos para la satisfacción de necesidades, respetando el orden social, ya que de otra manera atenta con su propia finalidad. Creo -por último - que la función estatal es central a la hora de fijar reglas de juego desde lo normativo para evitar los excesos en la búsqueda del interés individual. Por otra parte es necesaria una ética del capitalismo para asegurar su supervivencia, una ética que respete la autonomía de los ciudadanos y que vean en el capitalismo un medio para cumplir con su proyecto de vida.

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